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A 50 años de un sueño

El triunfo de Salvador Allende, el 4 de septiembre de 1970, marca un precedente histórico a nivel mundial. Un candidato que declara que es posible construir una sociedad socialista, dentro de la legalidad del sistema capitalista.

Sin embargo, este triunfo no estuvo exento de muchas dificultades. La primera es que la coalición tan amplia y diversa que lo apoyó sólo alcanzó el 36,2 % de los votos y, de acuerdo a la Constitución vigente en ese momento, debía someterse al veredicto del Parlamento, que debía elegir entre las dos primeras mayorías relativas.

El Presidente Allende, médico de profesión, llegó al poder con un programa básico en el que se incluyeron medidas que hoy nos parecen una utopía o una difícil demanda, como fueron el Descanso justo y oportuno, Jubilaciones Justas No millonarias, Mejor Alimentación para el Niño, Consultorio materno – Infantil en su población, Asistencia Médica y sin burocracia, Previsión para todos, Leche para todos los niños de Chile, Medicina gratuita en los hospitales, No más estafa en los precios de los remedios, solo por nombrar algunas, que hoy siguen siendo necesidades insatisfechas de la población y por las cuales nuestra Confederación ha luchado durante los últimos 25 años.

En la misma línea, la nacionalización del cobre fue el acto más audaz del Gobierno de Allende y convocó el apoyo unánime de los partidos políticos representados en el Congreso.

El Hospital de Ochagavía, en Santiago, se comenzó a construir en 1971 y tendría 1.000 camas. Se trabajó durante 30 meses de los 45 proyectados, y junto a él se construyeron villas para el personal. Luego del Golpe de Estado, la dictadura abandonó este ícono de la UP, al igual que los Gobiernos posteriores, y finalmente, fue vendido en un 1% de su valor real durante el gobierno de Eduardo Frei Ruiz Tagle.

La dictadura no construyó ningún Hospital en 17 años. Por el contrario, demolió el Hospital Enrique Deformes, de Valparaíso y construyó ahí el Congreso nacional.

El proyecto social de la Unidad Popular hizo soñar al pueblo y dejó la huella que hoy miramos con respeto. Fue sin duda, un ambicioso proceso de cambios sociales, económicos y políticos.

Hoy lo recordamos como parte de nuestra historia, y su abrupto y violento término, como el inicio de una dolorosa y oscura etapa de nuestro país, de la que aún no nos sanamos.

 

                                 COMISION DE DERECHOS HUMANOS FENPRUSS