Por estos días nuevamente nos toca ver en la prensa nacional una situación de violencia extrema que involucra a trabajadoras y trabajadores de salud. El intento de asesinato de una enfermera de la Clínica Cordillera luego de un historial de violencia dentro del trabajo, así como otros casos anteriores de suicidios de personal de salud, nos hace preguntarnos cómo hemos llegado a este nivel de agresiones y violencia entre y en contra personas que entregan salud y salvan vidas.

Respuestas pueden haber muchas, pero algunos de los problemas esenciales tienen que ver con largos turnos y sobrecarga laboral con poco tiempo para satisfacer las necesidades más básicas. Esta realidad, que genera un gran estrés en el personal, se suma en muchos casos a situaciones de maltrato y acoso a diario en el lugar donde las personas que trabajan en salud pasan la mayor parte de su vida. Estos hechos se han ido normalizando, haciendo de la precariedad laboral y la violencia, pan de cada día.

Este no es un tema solo de la enfermería, pues la violencia que hemos conocido es transversal a las distintas profesiones y estamentos. Lamentablemente, los hechos ocurridos direccionan la mirada a esta profesión en el marco de un sistema que no funciona, y en que los temas de salud mental, violencia y perspectiva de género no son prioridad para las autoridades locales. Muchas veces son éstas las que desestiman las denuncias, apoyando a quien genera el maltrato y fomentando a la impunidad.

Las instituciones hacen caso omiso cuando existen las primeras señales de conflicto, aludiendo al estrés y justificando que el acoso y maltrato es porque las y los profesionales jóvenes deben llegar rápidamente al ritmo de sus colegas más antiguos. Si no lo logran, no se cuenta con las competencias para el cargo, dicen. Las víctimas no denuncian por miedo o porque no reconocen el acoso y el maltrato hasta que ya existe daño en su salud mental.  Es muy tarde reconocer el problema cuando se llega al extremo de recibir agresiones físicas o incluso se toma la terrible determinación de quitarse la vida.

Desde nuestra vereda como organizaciones sindicales de salud, sentimos que durante años todas las acciones y exigencias a las autoridades en este ámbito no han sido escuchadas. Hemos exigido procurar ambientes libres de violencia y trabajar por el cuidado de la salud mental de trabajadoras y trabajadores de salud, y hoy  nos parece que ya es tiempo de generar las acciones preventivas necesarias. Las  autoridades locales deben construir ambientes laborales sanos y libres de violencia con las herramientas que ya existen, para que no tengamos que lamentar la pérdida de vida de trabajadoras y trabajadores de salud, víctimas que, en su mayoría, son mujeres.

CONFEDERACIÓN FENPRUSS

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